5º TEORíA UNIDAD 1

 

Los géneros literarios

El género narrativo

Las obras que conforman el género narrativo se caracterizan por la presencia de un narrador que cuenta hechos que les suceden a personajes en tiempos y espacios más o menos definidos. El narrador, la voz que el autor crea para que se haga cargo de contar la historia, puede conocer todos los hechos y presentarlos de manera objetiva ( cuando así es, relata desde una tercera persona). Pero también puede presentar una visión parcial de la historia, en cuyo caso suele narrar en primera persona, aunque también puede hacerlo en tercera y, raramente, en segunda.

Si bien muchas de las obras del género narrativo se han escrito en verso-como la Divina comedia del italiano Dante Alighieri (1265-1321)-, en la actualidad, se escriben predominantemente en prosa. Las formas más comunes de la narrativa son la novela y el cuento.

El género lírico

El género lírico se caracteriza por la marcada presencia de la función emotiva o expresiva del lenguaje. Quien expresa en el poema su subjetividad (emociones, sentimientos y un modo particular de verse a sí mismo y al mundo que los rodea) es el yo lírico.

El ritmo es el rasgo esencial del poema. Además, el uso connotativo del lenguaje adquiere, en este género, su máxima expresión; y los procedimientos frecuentemente empleados para connotar se llaman figuras retóricas ( como la metáfora, la aliteración, el paralelismo, entre otros)

 

El género dramático

Las obras pertenecientes al género dramático (del griego drama: “acción”) están destinadas a la representación escénica. En estos textos, se desarrolla una historia que se conoce mediante los diálogos y las actuaciones de los personajes. Pero, además, contienen las indicaciones del autor que orienta acerca de la puesta en escena.

A diferencia del discurso narrativo, en el que la historia está mediatizada por la voz del narrador, en los textos dramáticos no hay intermediarios entre los espectadores y la vida que se hace presente en el desarrollo de la acción dramática.

El género ensayístico

Los ensayos son textos que ofrecen información, interpretación o explicación acerca de un asunto sujeto a confirmación. Su propósito es persuadir al lector. Por ello, su pertenencia a la literatura ha sido cuestionada por algunos por algunos teóricos, quienes sostienen que la función poética en los ensayos está subordinada a la apelativa. Sin embargo, los procedimientos usados para la elaboración del mensaje-como las figuras retóricas- y la inclusión de fragmentos narrativos, dramáticos o descriptivos lo ubican en el campo de la literatura. Precisamente, lo que le da al ensayo poder de convicción es el trabajo con el lenguaje: con él logra capturar el acuerdo del lector.

Intertextualidad

Es la relación entre un texto analizado y otros leído o escuchados, que se evocan consciente o inconscientemente o se citan, ya sea parcial o totalmente.

Un texto puede ser una especie de “collage” de otros textos y puede hacernos rememorar rasgos estructurales característicos de lenguas, de géneros, de épocas, etc, que entran en ese nuevo texto al cual puede parodiar o criticar.

La palabra aquí es una réplica de otras “principio dialógico.” De donde se desprenden dos consecuencias fundamentales para el análisis literario.

1-      Ningún texto literario resulta radicalmente “original” siempre es la marca de una lectura y de una apropiación generalizada. De textos anteriores.

2-      Tampoco puede concebirse al autor como una sujeto plenamente consciente de sus propios procedimientos y contenidos.

Todas las obras literarias mantienen relaciones explícitas u ocultas con obras del mismo género o de otros géneros. Gerard Genette denominó transtextuales a estas relaciones y distinguió cinco tipos diferentes.

1.      Paratextualidad. Es la relación que un texto mantiene con sus paratextos, es decir, con los títulos, subtítulos, prólogo, epílogo, notas, epígrafes, ilustraciones, faja, etc. Los paratextos brindan información accesoria en relación con el texto principal. También se incluyen en esta categoría los pretextos, es decir, los borradores, esquemas, proyectos del autor.

2.      Metatextualidad. Es la relación de comentario que une un texto a otro. Es decir, uno de los textos producidos por la crítica literaria y publicados en los suplementos culturales de los diarios son metatextuales, porque se refieren a otros textos, como novelas, biografías, y libros de cuentos o de poemas.

3.      Architextualidad. Es la relación que entabla un texto con el conjunto de categorías generales a las cuales pertenece (poesía, novela, ensayo, biografía, etc.) En general, esta relación se ve en el paratexto. Por ejemplo en títulos como: Antología poética, Ensayos, Etc.

4.      Hipertextualidad. Es la relación que un texto mantiene con otro escrito anteriormente y del cual deriva. Por ejemplo, la “segunda parte” de una historia, en tanto es continuidad de un texto previo, mantiene relaciones de hipertextualidad con ese texto.

5.      Intertextualidad. Es la relación de correspondencia entre dos o más textos. Su forma más explicita y literal es la cita (reproducción entre comillas de un texto escrito por otro). También se incluyen en esta categoría el plagio (préstamo no declarado, pero literal) y la alusión (referencia a un texto sin nombrarlo).

Concepto de Literatura

Para Todorov la literatura puede ser vista como una entidad estructural y funcional. Entidad funcional para Todorov la literatura vista de este modo la identifica como un elemento de un sistema más vasto, y por lo tanto una unidad que hace algo específico dentro de él. Según Todorov desde este perspectiva respondería a la pregunta: ¿qué hace la literatura? O ¿cómo funciona?

Al definirla como unidad estructural busca ver si todas las instancias que asumen una misma función participan de las mismas propiedades. Respondería a la pregunta: ¿qué es la literatura? ¿Cuáles son sus características distintivas? Para Todorov existen dos tipos de definición estructural de la Literatura.

1-      La literatura es una ficción: ya que la literatura es imitación a través del lenguaje. Ejemplo: un texto literario no es ni verdadero ni falso, sino solamente ficticio. Una novela no es ni verdadera ni falsa a pesar que describa un evento, la poética no es ni ficticia ni no ficticia, ya que no evoca ninguna representación exterior, ella se basta a sí misma. 

2-      La segunda definición de literatura se sitúa dentro de la perspectiva de lo bello. Lo verdaderamente bello consiste en que una cosa no significa sino lo que ella misma quiere decir, ella es todo en sí misma. Debe tenerse en cuenta que el concepto de belleza es variable, ya que está  cambia determinada por la época y por cada grupo social y cultural. Por lo tanto lo que se considera literatura en una época en otra cambia.

La Literatura es un lenguaje no instrumental cuyo valor es ser una expresión por la expresión misma.

La literatura es entonces un sistema, un lenguaje sistemático que poniendo el acento en sí mismo, se aprecia no por la verdad de lo que dice sino por la calidad estética con que se la hace.

Introducción a la literatura latinoamericana.

La dilatada extensión temporal y espacial inherente al complejo cultural denominado literatura hispanoamericana, como así también la diversidad de manifestaciones que tal extensión presupone, obligan a concebirlo a manera de un amplísimo sistema en cuyo interior nacen, se desarrollan, interactúan y se transforman series literarias heterogéneas.

Por lo tanto, cualquier pretensión totalizadora deberá ser aventada desde el inicio mismo a causa de la intrínseca inabarcabilidad del fenómeno que nos ocupa.

No obstante, y a manera de punto de partida, sí pueden ser planteados dos interrogantes de base:  

1) ¿A partir de qué momento puede hablarse de una literatura hispanoamericana? O, en otras palabras: ¿En qué punto de la historia puede ubicarse su inicio?

2) Si, según se adelantó, resultaba erróneo postular la existencia de una literatura única y medianamente uniforme para todo el continente de habla hispana, ¿qué variables culturales -sean geográficas, sociales, políticas, raciales o históricas- determinarán la conformación de las distintas series particulares dentro del sistema general?

La resolución de la primera pregunta no deja de presentar algunos inconvenientes: los estudiosos de la materia -como suele ocurrir- no terminan de ponerse de acuerdo acerca de una fecha precisa en la cual consignar el nacimiento de esta literatura. De este modo...

* Hay quienes consideran que las manifestaciones literarias de las grandes civilizaciones precolombinas constituyen el punto de partida. Esta postura tiene sus problemas: primero, que es sumamente escaso el material conservado (los conquistadores se ocuparon con entusiasmo de que así fuera); segundo, que aunque hoy se ‘lean’ esas manifestaciones como literatura, sería por lo menos arriesgado postular la existencia de una ‘función literaria’ entendida a la manera moderna en culturas de innegable corte tradicional; tercero, que desde la perspectiva idiomática quedan rigurosamente excluidas del campo de la literatura hispanoamericana todas las obras que no hayan sido escritas en castellano. A pesar de todo esto, no resultará para nada descabellado, en cambio, rastrear las huellas de aquellas culturas en producciones literarias posteriores escritas en lengua española: cuentos como “Huitzilopoxtli”, de Rubén Darío; “Chac Mool”, de Carlos Fuentes; “La noche boca arriba”, de Julio Cortázar; amplios sectores de la poesía de Pablo Neruda o de la narrativa de Miguel Ángel Asturias y José María Arguedas, por poner sólo algunos ejemplos aislados, resultarían impensables de no ser vinculados con aquellas enigmáticas culturas.

* Otros prefieren situar el inicio con la llegada de los españoles a estas tierras. Tenemos entonces una fecha de nacimiento precisa: 12 de octubre de 1492. Y un nombre para el primer escritor: Cristóbal Colón. Esta segunda perspectiva, además, posee singular importancia por motivos estrictamente literarios. De adoptarla, se le confiere a la crónica el envidiable lugar de género discursivo fundacional de la literatura hispanoamericana. Dicho género, de origen medieval y plenamente anacrónico ya en tiempos de la conquista, cobra inauditas significaciones al entrar en contacto con el paisaje americano y representará una impronta imborrable sobre la literatura posterior. Por poner sólo un ejemplo, una noción como la de lo real maravilloso desarrollada en el siglo XX por el escritor cubano Alejo Carpentier, resultaría impensable -al igual que la casi totalidad de su propia obra- de no haber existido las Crónicas de Indias.

* Un tercer grupo propone un lento proceso de formación literaria a lo largo de un período bastante extenso de por lo menos ciento cincuenta años (todo el siglo XVII y hasta pasada la mitad del XVIII), denominado etapa de transculturación. Históricamente coincide con la época de la colonia; artísticamente, en cambio, se caracteriza por una asimilación más o menos directa de los modelos europeos. Sin embargo, hubo personalidades que los superaron ampliamente. Tal el caso de Sor Juana Inés de la Cruz (México, 1648-1695). De filiación culteranista, aunque poseedores de un espesor marcadamente intelectual, sus elaboradísimos poemas constituyen la cima del barroco literario en América. Es elocuente al respecto Primero sueño, extensa composición donde se relata el viaje ascendente de la conciencia del yo poético a través de las esferas del mundo. Si a primera vista el modelo cosmológico descripto parece surgido de formas de pensamiento tradicional, la preocupación de Sor Juana por el funcionamiento de los mecanismos cognoscitivos ya es plenamente moderna.

* En cuarto lugar, no faltan quienes contextualizan el surgimiento de la literatura hispanoamericana en el marco del proceso de emancipación política de España que, de manera aproximada, se extendió a lo largo de los cuarenta años que median entre 1790 y 1830 y que habría de determinar el surgimiento de los distintos estados sudamericanos. Si bien en muchos de los casos los exponentes más relevantes del período cumplían una innegable función apelativa, esto es, que no disimulaban su carácter de instrumentos de manipulación ideológica, no obstante seguían reflejando, en el plano formal, la dependencia hacia los modelos artísticos europeos -en su caso, provenientes de la estética neoclásica-. Si se descuentan las manifestaciones de sesgo popular como aquellas que, en el área del Río de la Plata, darían origen a la literatura gauchesca, todavía habrá que aguardar un poco para hallar registros auténticamente americanos. De todos modos, no se puede dejar de mencionar aquí al narrador y periodista José Joaquín Fernández de Lizardi (México, 1776-1827), autor de El periquillo sarniento (1816) y Don Catrín de la Fachenda (1819), sendas novelas que acometieron una interesante renovación de los códigos de la picaresca tradicional.

* Quizá sea durante el período posterior, el de la afirmación de las nacionalidades y culturalmente atravesado por la influencia de la estética romántica, cuando comienzan a surgir nombres de indiscutible estatura continental: Andrés Bello (Venezuela, 1781-1865), José María Heredia (Cuba, 1803-1839), Esteban Echeverría (Argentina, 1805-1851), Juan Bautista Alberdi (Argentina, 1810-1884) y Domingo Faustino Sarmiento (Argentina, 1811-1888), quienes, a través de la reflexión lingüística y gramatical, la poesía o la especulación sociopolítica, se impusieron la compleja realidad americana como motivo central de su labor intelectual. Una generación después continuarán apareciendo nombres de nota: Alberto Blest Gana (Chile, 1830-1894), Juan León Mera, Ricardo Palma (Perú, 1833-1919), Ignacio Altamirano (México, 1834-1893) y Jorge Isaacs (Colombia, 1837-1895), por citar apenas a algunos narradores sobresalientes.

IDENTIDAD  LATINOAMERICANA

 

Se entiende por identidad un conjunto de bienes culturales que permiten reconocer una sociedad de otra, y cuyo origen es preferentemente histórico. Tal identidad es propia de los sujetos y no impuesta desde afuera, por tanto nace de un autorreconocimiento de la pertenencia a un grupo humano en particular y de toda la herencia que de este se hereda.

Los latinoamericanos experimentamos la sensación de pertenencia a una tradición histórica cultural común y de unidad, como no se da en otros continentes, fenómeno que plantea el problema de nuestra identidad.

El concepto de identidad es sumamente complejo, pues puede ser abordado desde el ángulo psicológico o histórico-cultural. Desde este último punto de vista identidad significa autoconciencia de pertenecer a una nación, a una clase, etnia o idiosincrasia cultural. Expresa por lo tanto la singularidad o diferencia con otros pueblos, la diversidad, como resultado del desarrollo desigual, articulado, combinado, específico-diferenciado y multilineal de la historia.

La conciencia colectiva de la identidad, siempre en desarrollo, se refleja en variadas formas de autoafirmación y ruptura. La identidad latinoamericana surgió como rechazo a la colonización española y portuguesa, y luego como respuesta a la dependencia estructural impuesta por las metrópolis imperialistas. La identidad latinoamericana no se desarrolló como mero mecanismo de defensa ante las formas de colonialismo, sino como autoafirmación destinada a generar proyectos de liberación y de sociedad alternativa.

Por eso, la identidad de nuestros pueblos es un proceso en desarrollo, que ha tratado de ser abortado, deformado y mediatizado por el colonialismo externo e interno, el neocolonialismo cultural y las diversas formas de aculturación. La identidad es lo que es y lo que se va construyendo; es un proceso permanente y contradictorio de cambio, de creación y recreación.

Esta lucha por la identidad latinoamericana se va configurando no sólo en los enfrentamientos políticos sino también en la creatividad de los trabajadores de la cultura, a través de sus pinturas y cantos a la vida y la solidaridad, como asimismo de quienes tienen la responsabilidad de decir la verdad histórica, desmistificando todo aquello destinado a mediatizar la conciencia colectiva de identidad y unidad latinoamericana.

Indagar sobre quienes somos los latinoamericanos, significa justificar de alguna forma nuestro pasado y nuestro presente, pero sobre todo es preguntarnos sobre qué deseamos ser como países América Latina está siempre en busca de su identidad, creo, porque es una patria grande en formación, una tarea por hacer: no conoce todavía su verdadero rostro. O, mejor dicho, no ha integrado todavía sus múltiples rostros, porque América Latina, unidad de contradicciones, será, cuando sea, el resultado de la mejor mezcla de culturas, razas, historias y geografías de todo el proceso de la especie humana.

La revelación de nuestras identidades, y de la identidad común que resultara de nuestra diversidad asombrosa, pasa  por el rescate de nuestra historia.

 

Entrevista realizada por Campra a Galeano en Barcelona, año 1980

 La literatura como discurso social. La identidad y el origen del pueblo americano: la mezcla cultural; la visión del otro. La identidad en lo cotidiano.

Se entiende por identidad, la presencia constante de determinadas características particulares que permiten reconocer ciertos objetos- las literaturas latinoamericanas y argentinas en este caso como tales.

En el caso de la literatura Latinoamérica, resulta interesante destacar que los textos producidos por los cronistas que llegaron con los conquistadores, fueron los primeros en describir estos territorios hasta entonces desconocidos y que, por lo mismo, asumían ante sus ojos asombrados un carácter casi fantástico. El idioma en que lo hacían era ajeno al que se hablaba en tierras americanas: español, portugués, alemán. La narración objetiva incluía la descripción minuciosa del territorio, de sus habitantes, de sus usos y costumbres. Lo imaginario en esa época era tomado por verdadero, provenía de su mirada asombrada ante el descubrimiento del Nuevo Mundo y no pudieron sustraerse de ciertos mitos clásicos o de concepciones fabulosas de la Edad Media.

España o las grandes metrópolis europeas son, en ese momento, el punto de comparación obligado con las tierras americanas. La identidad del nuevo Mundo se conforma de a poco en la medida en que esta región se acerca o se aleja de la identidad europea.

En los relatos de viajeros del siglo XIX, comienza a notarse con mayor nitidez que América ha definido su identidad.

La identidad americana se constituye a partir de la diversidad, de la fusión entre lo típicamente americano y lo europeo. Cronistas como Schmidl que escribía en alemán. Los autores posteriores, desde el siglo XVI hasta hoy lo hacen en otra lengua predominante en América del Sur: la española.

La identidad americana y argentina se constituye entonces como un verdadero mosaico. La integración entre culturas diversas es, desde los orígenes, la característica distintiva de la cultura propia. Por lo tanto, partir de la literatura de hoy significa partir de un todo que sólo en apariencia es homogéneo pero que, continuamente, permite remontarse hacia la heterogeneidad que se encuentra en el nacimiento mismo de la historia de la literatura de América latina

Comenzar por la literatura actual es, por lo tanto, exponer las diversas piezas que conformaron ese complejo rompecabezas que es su identidad literaria.

Si en toda América latina la identidad se constituye a partir de la heterogeneidad de lenguas y culturas, la literatura argentina es un ejemplo paradigmático de esta diversidad. También en ella, la unidad se constituye a partir de lo heterogéneo.

La lengua, es decir, la materia prima de cualquier literatura, no es tampoco en este caso la de los pobladores indígenas que habitaban estas tierras, sino, paradójicamente, la del conquistador extranjero que fue necesario expulsar para constituirse como país. Sin embargo, la lengua española fue transformada y enriquecida, a su vez, por muchos otros aportes como, por ejemplo, los de los aborígenes.

El conjunto de mitos de una sociedad constituye el sustento en el cual se basa su religión, y el corpus de leyendas, parte de su cultura. Es decir, estos relatos hacen a la identidad colectiva.

La transmisión de estos relatos a través de las diversas generaciones es un factor decisivo para la preservación de la identidad social. Originariamente, estos relatos eran trasmitidos por medio de los ritos (en el caso de los mitos) y de manera oral. El rito es la celebración religiosa que los miembros de una comunidad llevan a cabo para honrar a sus divinidades, pedir o agradecer a estas. Un ejemplo es la celebración del día de los muertos cada año en México.

La transmisión oral de los mitos y leyendas es el otro modo en que se difundieron de generación en generación, hasta que fueron puestos por escrito como una manera de preservarlos.

A lo largo de la historia de la literatura, hubo escritores que han retomado mitos y leyendas y les han otorgado nuevos sentidos: los han puesto a funcionar en nuevos contextos, y a través de géneros modernos como el cuento, la novela y el ensayo. De esta manera, los han mantenido vivos y han preservado la función que estos relatos tenían en la comunidad.

Consignas

1-      ¿Por qué creen que es tan importante el origen en la constitución de la identidad?

2-      ¿Qué sentirían si no supieran de dónde vienen ustedes?

3-      Relacionen lo visto sobre los relatos de los orígenes con algún mito o leyenda urbana.

4-      ¿Cuál es el significado de identidad dentro de la literatura?

5-      ¿El concepto de identidad presupone necesariamente el concepto de homogeneidad? Justifique su respuesta.

6-      A su criterio: ¿La diversidad lingüística sería un inconveniente para que se establezca una literatura con características? Justifique.

La literatura latinoamericana

La literatura latinoamericana constituye un conjunto formado por varios sistemas:

  • El sistema literario dentro de él encontramos: el sistema erudito, el sistema literario de las lenguas nativas, y el sistema lingüístico y cultural.
  • El sistema lingüístico y cultural encontramos tres lenguas extranjeras: portugués, español, francés y un sistema de lenguas nativas o indígenas.
  • El sistema de desarrollo de las sociedades y el componente étnico.

Se debe tener en cuenta que todo lo dicho sobre la literatura Latinoamérica hay una constante que es la presencia de un “otro” entendido como “Cultura”. La LL sería un discurso de la palabra de distintas voces a veces no escuchadas.